jueves, 3 de diciembre de 2009

EL SOLITARIO


Alfredo Avendaño

Cada cual se amarga dentro de lo que ha elegido.  Saul bellow


El solitario vaga por las calles, los bares o los caminos y piensa que es casi invisible. Nadie ladea la cabeza al verlo pasar. Sólo un perro ladra a su paso pensando que un posible peligro le acecha. otras veces, el solitario tiene todas las miradas hacia él como si una campanilla o su aspecto cochambroso fueran llamando la atención de la gente. Pero el casi nunca para; da vueltas por la ciudad hasta los limites de ésta y cuando llega a los lindes del campo gira y continúa por por otras calles. Tiene la mala suerte de vivir en una ciudad pequeña  y sabe que sus recorridos son repetitivos a la par que absurdos. Pero eso es lo de menos y no le importa mucho.

El solitario sabe que el único misterio y la única fuerza que lo anima a seguir su camino, es la ambición que lo persigue para no terminar de extinguirse totalmente.

Nunca esta del todo solo, salvo cuando se ignora, desprecia todas las reglas y se deja vencer, aunque sea momentáneamente por los avatares mundanos: la vida de los otros. su única obligación es aprender a olvidar,  reducir el círculo hasta un punto tan estrecho que sea imposible observarlo ni desde fuera, ni mucho menos desde su interior. Todos los "nuestros" que el solitario sabía que eran "él" ahora aprende a dejarlos marchar hacia el resto, hacia todos los demás. Todas sus personalidades adquiridas durante toda una vida ahora vuelan hacia sus auténticas reencarnaciones; como fantasmas buscando sus cuerpos perdidos.

El solitario medita sobre su llegada a la vida unido a un cordón umbilical y sabe que cuando lo cortaron su sentencia de muerte ya estaba firmada. El mismo que le cortó aquel cordón u otros compañeros le han salvado la vida cientos de veces, pero el sabe que nunca volverá a encontrar su cordón umbilical y que por lo tanto no hay retorno posible. Solo queda esperar que el temporal de la vida pase y la nada vuelva de nuevo a recogerlo. Para morir es mejor no tener excesivas ataduras, por eso el solitario piensa que él podría escaparse de la vida antes de tiempo, quizás temiendo que alguien hurgando en su vida pueda encontrar su conciencia en cualquier rincón visitado y chantajearlo para que se quede completando su ciclo vital.  

El solitario ha aprendido a vivir en la noche. Acodado sobre la barra de repetitivos bares nocturnos; igual que un murciélago sujeto a su viga carcomida.  Algunas veces no lo puede evitar y se ve rodeado de gente o bien los busca inconscientemente. Entonces siente el azote de la ignorancia: de la suya y la de los que lo rodean. Ve la libertad desparramada, como si hubiera sido vencida. Siente la necesidad de evadirse hacia el MAR, hacerse pequeño y convertirse en arena columpiada por las olas. ?Triste o contento? Sus objetivos son primitivos y pueriles. Sobrevivir es un lujo. Ha habido muchos solitarios célebres, pero aún son más los que quedan por celebrar  y los que  conocedores de su suerte, lo celebran a diario. Para su familia resultaran egoístas y alocados y temerán por su suerte y  por su triste libertad. Conjeturas por desconocimiento; el solitario piensa que su libertad carece por completo de estado de ánimo y se cuidan y respetan mutuamente como amantes satisfechos y privilegiados. Pero no nos engañemos. El verdadero alimento del solitario es observar a los demás seres vivos y como hemos dicho, de vez en cuando se traiciona y alterna algunas frases o incluso conversiones con algún mesero u otros solitarios que ronden por su escenario. El solitario de campo resulta mas  contemplativo y  auténtico. Su espíritu conserva cierta frescura mientras no sea corrompido por el consumismo;  cosa harto difícil en estos tiempos mediáticos con tentáculos infinitos. Acepta su destino con mas enteresa y convencimiento que el solitario urbano, quizás también por que es SABEDOR de que en cualquier momento puede darle la vuelta a la tortilla  y camuflarse en la urbe. El tiene otros alicientes como contemplar valles, estrellas en la noche, animales en estado puro, horizontes inabarcables como MARES donde se pierde la vista.

El solitario teme la estela que recorrerá su nombre y sus huellas cuando todo haya terminado. Cuando llegado al punto mas alto de su soledad descubra hastiado que la vida no tiene sentido. Cuando descubra que a pesar de todo, nunca ha dejado de estar solo.

El solitario vive dormido en todos nuestros corazones y solo despierta cuando la vida lo zarandea y lo obliga a echar a andar. A partir de ahí el futuro ya no le pertenece. El solitario pasa desapercibido delante de todos los demás y ya no le importa porque descubre que son ellos lo que siempre estuvieron ausentes.

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